He adoptado a un niño, se llama Mowgli.






Al principio, me hacía mucha ilusión acoger a un joven que venía de vivir en selva, pero poco a poco, me di cuenta, que no es oro todo lo que reluce, más aún cuando la primera noche se cagó en el salón y se meo en los sillones.

Me dijeron que estaba enseñado, que sus días de salvaje habían terminado. Pero lo que yo tenía no era un hijo, era un chucho pelón.

En la primera semana, llenó el jardín de agujeros, mordisqueó las patas de las sillas, se comió el mando del canal plus, e intento montar a mi suegra tres veces, dos de ellas sin éxito. La segunda semana fue mucho peor, atacó a la hija del vecino, el cartero fue perseguido durante más de media hora por toda la urbanización, y también, empezó a chuparse sus partes en público, no tenía suficiente con chupárselo en casa, que bastante vergonzoso era ya.

Poco tiempo después, empezaron las clases. La relación con los compañeros era excelente, desde el día que vieron que si le tiraban objetos, él los traía. Con las niñas no se llevaba muy bien, intento montar a todas y cada una de ellas, incluyendo a cuatro profesoras, y al conserje.

Fue expulsado, y me vi obligado a educarle en casa. De literatura y matemáticas no aprendía nada, pero sabía sentarse, tumbarse, rodar, dar la patita y ladraba cuando se lo pedía. Aun se cagaba por todas partes, y a mi suegra todavía la miraba con deseo.

El primer cumpleaños que pasamos juntos, fue genial, hasta que encendí las velas, y al ver el fuego, se puso como un loco, arrancó las cortinas, se subió al mueble, tiró la tele al suelo, y lo siento, pero la tele es sagrada. Lleno de ira, enrollé el Marca y le eché a ostias al patio. Ya no podía más, en ese momento cogí el teléfono, e hice la llamada que debía haber hecho hacía meses.

Tres semanas más tarde, sonó el timbre y sorpresa, en mi puerta había un sudaca (perdón por lo de sudaca, sé que prefieren que los llamen “gente pequeña”), era Cesar “El encantador de perros”. Nada más entrar, me miró y me preguntó dónde estaba el perro, señale a Mowgli y le dije, “es este”, me cogió del brazo se giró y dijo “esto es un niño, vale que lleno de mierda, pero un niño”, según terminó la frase, mi querido “Hijo” se abalanzó sobre él. Si no le retiramos a tiempo, hubieran pedido una hora sin cámaras.

Encerré al muchacho en su habitación (una caseta que tengo en el jardín). Mientras, Cesar me explicaba que lo importante es estar relajado y ser firme. También me corrigió algunos errores que venía cometiendo en la educación de Mowgli, dijo que aunque yo no lo viera mal, no debía restregarle el hocico por sus meadas, ya que quedaba feísimo, y podría ser mal interpretado. Le hablé sobre las amistades del niño, el también veía raro que los amigos que venían a casa eran una enorme oso y una pantera.

Seguí todos los consejos que me dio, y Mowgli empezó a portarse bien. La verdad es que se relajó mucho cuando lo castramos. Desde que le disciplinamos al estilo “encantador”, no volvió a cagar en casa, la única pega,  es que tampoco lo hacía en el servicio, y que un niño de ocho años giñe en la calle, vaya que vaya, pero con dieciséis años, es una estampa repugnante, espero que para entonces este completamente civilizado. Tampoco se chupa, ni en público, ni en casa. Eso sí, siempre que salimos de paseo, me trae algún pájaro muerto. Pero a pesar de sus fallos, y de que he tenido que comprar un montón de muebles nuevos, le he cogido cariño.

Ahora estamos felices y muy unidos.

Comentarios

  1. Estimado caballero:
    Es mi ilusión invitarle a seguir en el blog Arcana Mundi la película eslava; La fortaleza de Brest.
    No sólo se trata de mostrar al visitante esta apasionante película extranjera, si no viajar a través de sus artículos anexos por una parte de la historia europea desconocida para la mayoría de nosotros.
    Espero que sea de su agrado esta batería de entradas.

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