Transoceánicos e intrascendentes.
Desnudo caminé por dunas ardiendo, y sin detenerme un momento, alcance la orilla del mar. No paré a pensar, al ver como el oleaje me llamaba, avance y pude sentir el firme agua bajo mis pies. La sensación de frío, era como caminar entre rosas, suave y por momentos terriblemente doloroso. Aceleré el paso, descubrí que si movía las piernas lo suficientemente rápido, el mar se hacía cada vez más gélido. Las gotas heladas golpeaban mi cuerpo, como si de granizo se tratase, y un fuerte viento empezó a penetrar en mi piel. Al poco tiempo, en un involuntario movimiento de cabeza, descubrí mi reflejo en el agua, una fina capa negra recubría todo mi cuerpo, y destellos de plata, adornaban mi cabeza. No quise parar, y cuando vi tierra en el horizonte, acelere el paso aún más. Notaba como el aire tallaba mi cuerpo, como un escultor hace con la arcilla. Sin apenas tiempo para pensar, llegue a la arena. Mi sombra había cambiado, no tenía nada que ver con la que me acompaño por las du